miércoles, 23 de abril de 2008

La música


No hay mayor tendencia a los recuerdos que cuando la música los trae de vuelta. Como cualquier persona, usted tiene una melodía que lo descuelga del perchero-mundo y le demora la no siempre suave caída. Esa que llamamos la canción es la conexión metafórica con un momento, un espacio o un rostro. La simple forma es más inquietante que el contenido, y es agradable dejarse llevar por la polifonía sin excusas de crítico minucioso.

Piense en una identificación con lo visual. Música e imagen son una alianza que establece diversas singularidades entre lo vivido y la certeza de que cada momento se compone de notas, como lo físico de átomos. Esas partículas mínimas son las culpables de que le resulte imposible evadir un recuerdo cuando una canción desciende en el ambiente y atrapa a sus sentidos. Es un soplo involuntario, el cual usted no sabe cómo llega, desligado del hábil malabarista y que penetra en cualquier momento sin medir lugar o ánimo.

Tal vez lo que justifica esa inefable sensación es la momentánea suspensión del tiempo real. Por algo Wilde habría dicho que toda arte tiende a la música, que sólo es impulso y emoción. Y si alguna vez encuentra siquiera a un ser humano que no gustara de ella, no se extrañe si padece algún síntoma de amnesia frívola.

martes, 15 de abril de 2008

El castigo en nuestras manos


El pasado 8 de abril dos colombianos que asesinaron a un comerciante ecuatoriano en el cantón de San Vicente, provincia de Manabí, en Ecuador, fueron linchados e incinerados por los habitantes de la región en medio de una gran audiencia indiferente.

Un día después Colombia conmemoró los 60 años de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, fruto del todavía desconocido impulso de un joven, Juan Roa Sierra, quien abrió fuego contra el caudillo liberal. Sierra fue arrastrado y maltratado por una turba violenta que exhibía su cuerpo ya inerte en una ruta que iba desde la oficina de Gaitán hasta el Palacio Presidencial en Bogotá aquel imborrable 9 de abril de 1948.

Los dos hechos en sí no tienen particularidad histórica alguna que los relacione. En uno la muerte llega por haber robado a un ciudadano ecuatoriano. En el otro es consecuencia de asesinar al personaje político quizá más importante y querido en el cual muchos colombianos hallaron la voz del pueblo.

Sin embargo existe un rasgo particular en la cultura Latinoamérica que permite interpretar los ajusticiamientos por personas, por individuos cotidianos que no son parte de la fuerza civil. El escritor argentino Jorge Luis Borges lo expone en un ensayo titulado ‘Nuestro pobre individualismo’ fechado en 1946.De ninguna manera, como lo dijo Borges, se pretende justificar o excusar los hechos, simplemente es dar una interpretación del por qué el latinoamericano toma la ley en sus manos.

Borges cree que la idea de un Estado que pueda dar herramientas para la regulación de actos y situaciones poco convenientes entre los ciudadanos, es vista por los argentinos como una insensatez: "El argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse a la circunstancia de que, en este país, los gobiernos suelen ser pésimos o al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción". Esta descripción es posible ampliarla en toda Latinoamérica, pues aunque se refiere a una nación, caracteriza una certeza común en cada uno de los países del continente, la falta de un gobierno honesto y eficaz.

La visión es concretada por Borges al distinguir la impersonalidad del Estado, cualidad que en la gran mayoría de los individuos es extraña, ya que la relación frente a los actos es personal. Lo que implica una toma de decisiones sin la intervención de terceros que en ningún momento tienen derecho sobre las causas y consecuencias al no haber participado en la situación de agravio.
En el latinoamericano entonces no impera el cálculo, sino la emoción. Le parece una pérdida de tiempo y de honor que los castigos o beneficios se practiquen dentro de las leyes, porque la incidencia de un acto es individual y recae sobre los intereses y necesidades de cada persona. Borges lo expone con un ejemplo al hablar sobre una noche de gran importancia en la literatura argentina situada en el poema épico ‘Martín Fierro’: "esa desesperada noche en la que un sargento gritó que no iba a consentir el delito que mataran a un valiente, y se puso a pelear contra sus soldados, junto al desertor Martín Fierro".

Esto, para el latinoamericano, si lo lee, es justificable. Igual es con la violencia desatada contra un ladrón, o un asesino acorralado en un acto que va en detrimento de los habitantes de un barrio. El individuo cree que es bueno el castigo, porque es directo y sin procedimientos de figuras ajenas a los actores principales, ya que se incurre en un abuso a la tranquilidad que no debe esperar a la fuerza pública.

En si, lo que hace del hombre un hijo de Latinoamérica, es el escepticismo por cualquier labor conjunta. Para él es incomprensible pensar en una labor sin un interés individual, donde lo que impera no es la convivencia sino la emotiva lucha, que en la mayoría de los casos impulsan un nacionalismo irrestricto.

martes, 8 de abril de 2008

El escepticismo de un caudillo


Cinco años antes del ‘Bogotazo’, y del inicio de la era de la violencia en Colombia, el periódico El Siglo publicó, en julio de 1943, una entrevista realizada a Jorge Eliécer Gaitán donde la importancia de la postura escéptica en su formación ideológica y académica puede distinguirse. Esa lucha buscada por el caudillo se centra en una mirada inconforme de su entorno eliminando cualquier intención sectorial y construyendo un discurso que alimentara el espíritu nacionalista entre los de su generación.

Los primeros indicios de tal rechazo a ideas implantadas con gran molde, comienzan a aparecer en los años universitarios de Gaitán, en la Universidad Nacional, al referirse a los temas presentados en clases de filosofía o derecho canónico: "Cuando las lecciones no se acomodaban sino que contradecían, por ortodoxas y conservadoras, nuestro temperamento revolucionario, no por eso eran inútiles, ya que nos servían para buscar con más afán por fuera de los sistemas ideológicos y filosóficos contrapuestos, y en armonía con nuestra intuición".

Quedaba entonces un debate en las aulas, alimento del anhelo para hacer algo diferente a lo que se venía haciendo en el país; algo que no se extinguiera dentro de la reflexión académica y pudiera ponerse en práctica por fuera. Así, Gaitán, como muchos otros de su época, combatieron por "nuevos ideales que amábamos en lo político, en lo artístico, en lo puramente intelectual", construyendo espacios que dieran evidencia de tales posturas. Entre esos colectivos, como lo son ahora al hablar de la comunicación alternativa, se crearon los famosos grupos de ‘Los Leopardos’ y ‘Los Nuevos’ reemplaz generacional, en parte, de los modernistas del ‘Centenario’.


El Gaitán universitario de 1920, como lo comenta Jorge Emilio Sierra Montoya en su libro ‘El pensamiento político de Gaitán’, llegó a abrazar al socialismo por una fuerza emocional causada desde el impacto de la revolución rusa de 1917; y vio en Rafael Uribe Uribe el modelo a retomar para pensar algunas reformas dentro del liberalismo "Uribe Uribe, es cierto, reclamaba a su partido beber de las fuentes del socialismo y Gaitán, por su parte, recibió esto como un llamado imperante, como un mandato para su conciencia llena de ideales revolucionarios".


De ahí que Gaitán, en 1919 y ante la tumba del General Uribe Uribe, hizo público su admiración al liberalismo social. Pero no puede olvidarse que ese mismo año el caudillo realizó otra presentación semejante en actitud y vehemencia en las exequias de un jefe conservador, General Guillermo Quintero Calderón. Emilio Sierra Montoya se pregunta entonces: "¿Es ésta, si o no, una prueba incuestionable de su carencia de sectarismo, de ser extraño a las pasiones desbordantes que eran propias de su tiempo?.


La postura gaitanista frente a los dos partidos en su expresión radical, es mucho más concreta luego de su viaje a Europa para continuar sus estudios y el posterior regreso a Colombia. Aunque hubiese entrado de nuevo al liberalismo, y siendo representante a la cámara debutando en el histórico debate sobre las bananeras en septiembre de 1929, casi un año después de la masacre en Ciénaga, Gaitán encontró semejanzas negativas entre conservadores y liberales y por ello creo un tercer partido, la UNIR, Unión Nacional de Izquierda, al cual proclamaba como el verdadero partido liberal.


Gaitán, como dice Sierra Montoya, en 1930 con el ascenso de Enrique Olalla Herrera a la presidencia, encontraba en el liberalismo y conservatismo semejanzas en el ejercicio del poder, en la visión del país, en su manejo de las masas y en la estructura y política basada en el caciquismo: "Su objetivo, así, no era derrotar al conservatismo sino también al liberalismo, a ese grupo de ‘notables’ asentados en el poder con la más completa indiferencia hacia los problemas nacionales o, para decirlo de una vez, al país político, a la oligarquía de ambas colectividades ".


Por tal razón, la gran mayoría de sus seguidores, por no decir que todos, eran jóvenes, obreros, artesanos, empleados y vendedores ambulantes; muchos de ellos lo acompañaron en sus jornadas políticas y salieron ese 9 de abril de 1948 en medio de la locura colectiva: "Su voz se dirigía a los jóvenes, no a los viejos, para funda runa nueva política, una nueva patria. En el contexto del liberalismo social, intentaba congregar al país nacional, ignorado y ultrajado por la clase política de ambos partidos" Comenta Sierra Montoya.


Al referirse sobre Kafka, en una edición de su novela ‘El Proceso’, se dice que la literatura cambió notoriamente, ya sea para bien o para mal, pero dejó de ser la misma en el siglo XX. De igual manera podría decirse sobre Gaitán y el devenir histórico de Colombia. No podremos saber que cambios tendría el país si hubiera llegado a la presidencia, pero su imagen fue un hecho necesario que influyó en las nuevas visiones políticas.