lunes, 22 de septiembre de 2008

El Tatuaje de Edgar Allan Poe







Apuntes sobre 'El Eskimal y la Mariposa'
de Nahum Mont.






Un detective de asesinos, un policía reclutador de sicarios, un médico forense que cuida moribundos, un luchador enmascarado que conoce cada historia de cada esquina de la ciudad, un matón joven traído de Medellín a Bogotá, un jefe de redacción de un periódico amarillista, una pitonisa que intenta y manda a matar a su marido, un vendedor de armas de un mercado, un estratega impúdico y frío, un escritor de crónicas rojas y el asesinato de Bernardo Jaramillo Ossa, Rodrigo Lara Bonilla, Luis Carlos Galán y Carlos Pizarro en 1990, son los rostros de una ciudad invisible en la cual la costumbre de la muerte es un imperante general.

Eso es ‘El Eskimal y la Mariposa’ de Nahum Mont; el mundo cansado pero resignado a las relaciones con los días siempre grises y lluviosos donde se desplazan historias y voces de lo que nadie está permitido sorprender y mucho menos recordar. Es ‘ciudad-libro’ que no se lee por miedo al desorden e incertidumbre que los símbolos de los recuerdos dan sobre la ciudad, lugares sólo recordados como calles y direcciones sin el olor y las huellas de tantos que han vivido o viven.

El Pequeño Larús es quien mejor comprende la ciudad. Él la lee, son palabras de acontecimientos y así se ubica. Aquí, quizá, está la esencia de la novela. El aspecto histórico y político es una astucia para proponer un interés místico en el lector y además ser una linda figura de enlace del escritor para otras historias, al igual que García Márquez y Macondo, o Faulkner y el condado de Yoknapatawpha, Lo interesante es el bajo mundo: los planes de asesinato, el olor a Sin City, el sabor a novela negra, la frialdad de los personajes, sus retrospecciones sobre Bogotá, sus delirios. Idiosincrasia de la vida colombiana acostumbrada y fascinada por la muerte y que se representa en sus diferentes vindicadores, quienes apuntan con la voz, la pluma, el arma y el silencio; sólo habitando en ella luego de corrompersen.

Las descripciones de los lugares nos prefiguran a los personajes, pero éstos resultan aún más fantásticos y degradados. Los espacios están antes de la entrada de los actores y el eje de acción, haciendo un recorrido prologuista.

Aún más particular es el estilo narrativo en cuanto a la relevancia del personaje principal, Coyote. Inicia como un narrador en tercera persona, donde Coyote es dado a conocer por sus acciones e intervenciones amplias, pero luego, en el segundo capítulo, se narra en segunda persona que a diferencia de lo omnisciente no formula ni parece capaz de analizar lo que Coyote piensa, describe y decide, sólo conoce sus acciones y las sigue al pie de la letra como una sombra, en lo que el lector descubre que el personaje es una simple ficha de ajedrez.
Hay un sabor a Kafka. Mandos desconocidos pero que aún así se obedecen. Aunque a diferencia del señor K, Coyote no interroga sobre ellos.

‘El Eskimal y la Mariposa’ es aliento de vida que nunca pudo ser.

martes, 9 de septiembre de 2008

Crónica

Una anomalía, una de tantas en una ciudad extraña. No hay otra parte más eficaz para iniciar y degradarse en el periodismo. Cali son calles y avenidas llenas de historias que lo enfrían y lo absorben. Están Julio y Ricardo. Es imposible negar la pasión con la que viven el periodismo, pero han llegado a tal punto eléctrico que no se inmutan como humanos. Son, no creo equivocarme, frutos del testigo, sin corromper con su presencia lo que sucede, sólo miran y lo ponen a rodar, a cuestionar. Ahora yo inicié en esa carrera. Con tres años de autómata los cubrimientos al lado de Tellez, el motorista, y el fotógrafo, Álvaro, fueron una especie de memoria, de grabadora andante. Viene luego el procesador y al fin una nota muy pequeña de horas y horas de cubrimiento. Tellez se queda en el auto. Álvaro como sin sentido captura con su cámara lo que encuentra en cualquier lado.

Fotografía 1. Dos muertos en la quinta con 44, al lado del drogas La Rebaja. Fotografía 2. Un carro Nissan negro con tres impactos de bala en el parabrisas. Fotografía 3. Dos policías que discuten cerca de una ambulancia. Fotografía 4: El general Manuel Parra con las manos en la cintura.


Y viene la búsqueda de información. Los pasos se repiten. Hablar con el general, saludarlo con una expresión falsa. Fueron dos malhechores que en una moto negra pasaron al lado de este comerciante y le dispararon cinco veces, asesinando también al compañero. Hay que acabar con estos delincuentes, hay que buscarlos, perseguirlos y capturarlos. Anoto las direcciones y pregunto a los testigos. Se asustan porque no creen en un carné de El País. Se retiran un poco, callan lo que entre ellos especulan y no es público. No se nada, apenas llegué, pregúntele al señor que está en la esquina que el si vio todo. Y con carné en mano me dirijo al señor de la esquina pero tampoco. Nadie ve nada.

Inician las llamadas de Ricardo. Inicia el recorrido por la Roosvelt en busca de bombas inventadas. Luego otro asesinato. Ese no Gustavo, no gaste más tiempo, venga rápido mejor. Al llegar a la sala de redacción, Julio escribe como máquina imparable porque quedan quince minutos para entregar el periódico. Ricardo recoge lo último sobre los dos muertos, me pide explicaciones de palabras que por celular no se entendieron y le pasa un resumen muy pobre a Julio.

- ¿Y quienes fueron? – Me pregunta Julio como por costumbre.
- No sé sabe todavía. Nadie ha visto nada que sirva –
- No, entonces dejemos eso por fuera, no gastemos tiempo en esa mierda – Sentencia Julio.
- Toca hacer una nota Gustavo – Dice Ricardo quien deja de insistir a la línea de la Policía cuando escucha a Julio – dejála en Orden. Ellos verán que hacen mañana.

La nota queda así.

Para Orden:
Dos hombres fueron encontrados muertos hoy a las 12:30 a.m. al recibir cinco impactos de bala cuando circulaban por la carrera quinta con 44.
Según declaró el comandante Manuel Parra, las víctimas, que se desplazaban en un automóvil marca Nissan, fueron interceptadas por una motocicleta color negra manejada por dos presuntos reinsertados de las Farc al mando de milicias urbanas, quienes dispararon contra el comerciante Javier Restrepo y su compañero.
Se desconoce la identidad de los asesinos. No hay capturas. Testigos dicen no haber visto nada.