domingo, 12 de julio de 2009

Te buscan en La Habana


Apuntes sobre 'El acoso' de Alejo Carpentier

¿Quién sería Josef K si conociera la causa de la acusación? ¿Qué suerte de cambio tendría al tener presente el hecho por el cual es procesado? ‘El acoso’ (acaso un título kafkiano) del novelista cubano Alejo Carpentier, tiene el sabor de un K sorprendido por el infortunio, conocedor de sus causas y de su caos voluntario para no ser atrapado.

En sí hay un padecimiento similar entre K y el acosado. Más que los cambios, mutaciones, retrospectivas, reflexiones, el doblar en la esquina de sus vidas a lo largo de las historias, es la sensación de aprisionamiento absurdo y degenerativo a cada vuelta de hoja. Imaginemos un terrible desapego propio para buscar el temor de manera contradictoria a lo que en realidad se quiere, salvar la existencia, evadiendo el reconocimiento de los hechos que llevaron a ese Estado-prisión.

‘El acoso’ tiene una construcción de movimiento desde la urbanística. Carpentier la revalora para evidenciar una poética densa, demasiado, en paredes, calles, teatros, habitaciones. Lo llamado ‘real maravilloso’ se fija en las construcciones de una Habana de los cuarenta donde un joven, prospecto de arquitecto, se ve relacionado con ciertos grupos insurgentes, y luego de un acto violento en el cual participó, desaparece para no ser encontrado por los asesinos que buscan erradicarlo.

Los personajes parecen lidiar en escenas nocturnas, soporíferas y desoladas por el mismo estilo narrativo. Igual que la manifestación de la muerte, quizá la protagonista principal, la cual se realza en los pensamientos del taquillero del teatro cuando imagina morir a la anciana, o en la prostituta y sus desvaríos porque vendrán por ella, o en el acosado que mientras está escondido, es testigo de la paulatina muerte de la vieja. Queda, para él, un apego a la religión, no tanto como salvación, sino como forma de escapatoria de su realidad.

El enlace, y la causa de las fechas finales, además de ser el dispositivo para los personajes, es un billete que parece falso. Este objeto, símbolo del capital, liga los cambios de tiempo, cuidados con tal esmero que llegan a pasar desapercibidos por el lector, quien en las últimas páginas de la novela reconocerá el orden de la historia y, lastimosamente, podrá armarla en su respectiva cronología. Los juegos con el tiempo, recuerdo y porvenir, se recrean desde la entrada del acosado al teatro, donde parece que el relato de la novela transcurre mientras se presenta la Sinfonía Nº 3, 'Sinfonía Heroica' de Ludwig Van Beethoven, por lo que el estilo de la escritura, ligado a la música (tema reiterativo en Carpentier) resulta difícil, pesado, incómodo, de asimilar por el lector prímiparo, dificultad semejante a la experiencia de leer 'las Olas' de Virginia Woolf en un primer intento.

La novela de Carpentier es densa, ruidosa, pluralidad de voces, desintegradora, arquitectura, noche, poética de paredes y vidas en deterioro.