miércoles, 10 de noviembre de 2010

Casa sellada


Apuntes sobre 'La casa grande' de Álvaro Cepeda Samudio.
Decía algún profesor en alguna clase de cualquier día que La Casa Grande tenía más valor literario si se comparaba con Cien Años de Soledad. No puedo hacer tal análisis sobre las virtudes y falacias de cada una de estas novelas colombianas para saber cuál es superior en lo estético (supongo sería el debate) pero si me atrevería a decir que las dos combinarían de manera fenomenal al concentrar en una gran narración del caribe las obsesiones engendradas desde La Cueva del Grupo de Barranquilla.
Por otra parte, La Casa Grande, de Álvaro Cepeda Samudio, es un acercamiento al contexto de la masacre de las bananeras mucho más hermético en relación con el capítulo de Cien Años de Soledad en donde José Arcadio (no recuerdo de cual generación de los Buendía) observar pasar el tren y a los más de 3 mil muertos.
En la historia de Samudio, semejante a la de García Márquez, los hechos se centran en una familia; pero mientras en la primera el intento por conservar la sangre y el poder desprende cierto aislamiento voluntario por parte de sus integrantes, con sus incestos y patriarcado y herencia de liderazgo machista, en Cien Años de Soledad esta institución simbólica no concentra su círculo en sí misma de manera voluntaria; no es una transición de los Buendía de generación en generación racionalizada, es el simple azar y la espontaneidad del deseo.
Tal blindaje en La Casa grande hace que su narración y lectura sea rápida. Sería inútil explayarla en un libro de 400 páginas como es la obra de García Márquez. Más aún cuando el tiempo cronológico interior se limita en los títulos de los capítulos nombrando cada día y pareciera que toda la novela resolviera cada escena en un espacio nocturno.
Proponer situaciones donde quienes dudan y cuestionan son los soldados del gobierno en su viaje por el trópico caribeño hacia la zona bananera, demarca la inestabilidad emocional sobre las opciones en el momento del fusilamiento. A diferencia de las personas del pueblo, a pesar del miedo suponen el fin último, en ellos es posible resaltar el dilema al acercarse el momento de actuar: Los militares parecen niños a ratos que desconocen la realidad situacional y no toman un partido a favor o en contra de manera individual a pesar de seguir órdenes.
Algunos de los capítulos son diálogos directos, como una obra de teatro. Técnica utilizada para centrar la atención no tanto en la masacre y su descripción sino en la reconstrucción oral de esta por parte de los personajes y sus prefijaciones y recuerdos, pues en La Casa Grande hay omisión al no hacer un seguimiento narrativo del asesinato de los jornaleros, sólo se rescatan las acciones que darán el hecho y las habladurías luego de ocurrido.
Acá se crea el punto de enigma de la novela, como una situación mítica recordada por todos y contada de manera fragmentaria. Para la familia: la rigidez, influjo y, supondrían los habitantes del pueblo, traición del padre, la lejanía portentosa del hermano y la fuerza de la hermana por mantener la sangre, la masacre de las bananeras es el designio inviolable de la fatalidad y caída de la casa y el apellido de terratenientes. Así quedarán en la memoria.