Apuntes
de Afro Samurái de Jamie Simon
y Funimori Kisaki
Hay cierto valor en los objetos que hace de ellos un mito en
la ficción. En el señor de los anillos la ambición de poder seducía a quien
cargara con el anillo de Sauron. Excalibur, la espada en la piedra, era símbolo
de la soberanía de Arturo, otorgada casi por un milagro. Thor hacía de su fuerza un martillo. El anillo
del Nubelungo ocasionó la lucha de dioses y héroes al querer reinar sobre el orbe nórdico. El trono de hierro, la hegemonía sobre los siete reinos, fundido con el
fuego de Balerion, es reclamado por los Stark, Targaryen, Baratheon y
Lannister. La moneda zahir, el libro de
arena o un objeto cualquiera de Uqbar invade la vida entera de un hombre porteño.
Cada uno de estos objetos enceguece a quien los toca y reclama.
Todos son sinónimos de un absoluto, ya sea el poder, la destrucción o el
olvido. La cualidad, su persistencia en la memoria de quien los piensa, la característica,
son emblemas de lo histórico ante los ojos del otro. Pero ¿podríamos decir lo mismo de dos cintas
viejas que cualquier hombre exhibe como señal de fuerza y habilidad? ¿Algo tan
frágil y liviano puede relacionarse con el poder o la marca de un destino
irremediable, igual al pasaporte, los apellidos o la literatura? La miniserie
de cinco capítulos Afro Samurai muestra ese trágico deambular por lo inherente
a tal emblema.
Emitida en el año 2007, y con una película del 2009, ‘Afro
Samurai Resurection’, este anime fue dirigido por Jamie Simon y Funimori Kisaki
y producido por Samuel L. Jackson, la voz, además, del personaje principal, un samurái errante llamado Afro, un rönin
monosílabo de tez morena y peinado voluminoso que viaja con una sola meta por una tierra cargada de corrupción, morbo y violencia; encontrar la venganza, la justificación de su existencia aguardando en una montaña y a la cual llegará si se impone a una serie de asesinos a su acecho.
Un referente básico de ‘Afro Samurai’ se puede encontrar en ‘Kill
Bill’, de Quentin Tarantino, donde Beatrix Kiddo también busca hacer justicia
por sus medios y para ello necesita un objeto especial y honorífico sin el cual
siente que no podrá llevar a cabo su objetivo: matar a Bill. Esa herramienta es
una Katana o sable japonés ‘Hatori Hanzo’. Tal justificación personal es un
común denominador entre el largometraje y el anime. Pero también la estética
puede relacionarlas: las batallas sanguinarias, frías y veloces donde la espada
empuñada rige en el caos y trae la calma al despiadado accionar de asesinos. Además,
el trabajo musical es interesante: ritmos de rap orquestando imágenes de
batalla en un contexto oriental. Tanto en ‘Kill Bill’ como en ‘Afro Samurai’ este
género musical se hace presente para armonizar la danza de las artes marciales,
siendo el grupo Wu-Tang Clan en las dos obras el encargado de esta relación.
Aunque la cultura urbana del Hip-Hop es más evidente en el mundo de Afro: la manera como sus
artilugios, la vestimenta y el lenguaje utilizado entra en un tiempo japonés de
casas de bambú, árboles violetas , fiestas de dragones y honor a
los duelos samurái. Una extraña combinación que también lleva un olor a películas
de las llamadas ‘western’, donde algunos personajes cargan sus ‘Colt’ o ‘Smith
& Wesson’ en lugar de sables y viven en pequeños pueblos desérticos, o a ciencia ficción, la existencia de científicos
extravagantes y armas de gran potencia junto a ciborgs y androides. Un paisaje recalcado por el consumismo excesivo y la muerte de la ley.
Pero mientras Beatrix Kiddo necesita su katana, un objeto
especial como arma con la cual puede vencer, Afro debe buscar posicionamiento,
hacer valer su categoría de asesino; y para ello, en su orbe, existen dos
cintas con la marca del sol naciente y un número cada una: la 1 y la 2.
Alrededor de estos objetos se materializa la venganza. Sin embargo, es necesario un duelo si se quiere tener una de ellas, una batalla a morir entre quien sea el poseedor y quien la
anhele. El viaje de Afro se centrará en la búsqueda de la cinta Número
2, pues sin ella no podrá enfrentar a Justice (es, quizá, la única regla del
juego) el personaje que carga con la cinta Número 1. Desde ahí se construye el
mito entre guerreros y la violencia entra en un círculo vicioso.
Uno de los personajes más interesantes del anime es el
acompañante de Afro en el viaje, Ninja Ninja, otro hombre moreno de cabello
voluminoso, la contraparte del protagonista: festivo, extrovertido, morboso,
ruidoso, cobarde, despistado, borracho. Aparece cuando Afro obtiene la cinta
Número 2 y desde ese momento está a su lado como una voz que no quiere olvidar y es encarnada en ese pequeño hombre al cual poco le presta atención, pues este
samurái solitario vive en el pasado, vive atormentado por recuerdos que solo él
reconstruye a su paso, se los traga y los asimila sin buscar comprensión. Y
sabe que su violencia, que su sable, la búsqueda de la cinta no le ayudará;
sabe que vivirá sin calma al entrar en el juego de la venganza junto al Número 1.
‘Afro Samurái’ no deja un final feliz. Es en su última
parte, en la última escena del largometraje, donde todo vuelve a iniciar. Habrá
una espera para que las dos cintas se encuentren.