Apuntes sobre 'Doña Bárbara' de Rómulo Gallegos
Doña Bárbara son cuatro ideas. La novela de Rómulo Gallegos quiere reivindicar el tiempo y el espacio del arpa, aquellos versos en praderas del Arauca como brebaje de atardecer en tierra bravía y leal.
Es, también, el control de la razón. A diferencia de una selva devorando a quien se somete a ella en su Vorágine, el indómito llano venezolano acaba por administrarse. Sea la dualidad moral entre bien y mal, la caracterización de sus personajes o el estilo en sí de los diálogos, hay un orden lógico, de organización, en contraste con el lenguaje de antropología llanera inflado por el orgullo heroico en la pluma de Gallegos.
Plantear una serie de charlas en vez de acciones en ciertos momentos del libro, sostiene a la razón en la supremacía. El monólogo interior de cada actor, sus discusiones en forma lineal, una suerte de construcción de ideas determinando un plan. Sin decirlo, el lector reconoce cualquier intención cerebral de la ficción. No sucede esto con la acción inmediata, el ímpetu, salir de los comentarios y forzar la escritura en lo fortuito, lo siguiente pero inesperado al anular concatenaciones entre protagonistas, desechar esa modalidad de libreto donde es fácil encontrar palabras exactas (palabras exactas es diferente a idea o sentimiento interior; y palabras exactas como si fuera un guión técnico) es algo extraño en Doña Bárbara, lo cual otorga control.
Y aquí el monólogo interior, melodramático, evidencia de un formato de telenovela. Suponer al inglés o Balbino Paiba frente a una cámara de video en primer plano cuando están solos hablando sobre sus intenciones dentro de la ficción, es una referencia a frases como “no te saldrás con la tuya”; punto de partida para reconocer el mal venidero, la irrupción violenta de manera predeterminada por la amenaza verbal.
Porque en la novela hay héroes y contraparte. El tema del bien triunfando sobre el mal, Happy end gringo. El mal encarnado en una mujer seductora de pasado triste y poderío inagotable y místico. El bien en un hombre de occidente, heredero de tierras, que retorna a su infancia en el llano para domarla con las leyes de los grandes estrados. Al final el amor bueno y genuino de la doncella que pasa de lo silvestre a la cotidianidad es proporcional al puñado de vaqueros leales por generaciones a un apellido de terrateniente. Enfoques de lo genuino y tradicional sin una intervención de antihéroe: o se es malo o bueno, pero no hay guiño de ojo.
Doña Bárbara ha de leerse pensando en el llano y las costumbres allí desterradas por una fiesta de descripciones como si Gallegos escribiera mientras por su ventana observa un milagro de vaquería y fuerza. Detenerse en las mejores páginas de esta novela son las maniobras en el campo por la mañana y la trova al fuego en la noche. Páginas memorables, la discusión entre el padre e hijo donde el primero termina matando al segundo y lleva a la madre la noticia. El bien y el mal confusos y el autor propone una caracterización cercana al individuo.
Es, también, el control de la razón. A diferencia de una selva devorando a quien se somete a ella en su Vorágine, el indómito llano venezolano acaba por administrarse. Sea la dualidad moral entre bien y mal, la caracterización de sus personajes o el estilo en sí de los diálogos, hay un orden lógico, de organización, en contraste con el lenguaje de antropología llanera inflado por el orgullo heroico en la pluma de Gallegos.
Plantear una serie de charlas en vez de acciones en ciertos momentos del libro, sostiene a la razón en la supremacía. El monólogo interior de cada actor, sus discusiones en forma lineal, una suerte de construcción de ideas determinando un plan. Sin decirlo, el lector reconoce cualquier intención cerebral de la ficción. No sucede esto con la acción inmediata, el ímpetu, salir de los comentarios y forzar la escritura en lo fortuito, lo siguiente pero inesperado al anular concatenaciones entre protagonistas, desechar esa modalidad de libreto donde es fácil encontrar palabras exactas (palabras exactas es diferente a idea o sentimiento interior; y palabras exactas como si fuera un guión técnico) es algo extraño en Doña Bárbara, lo cual otorga control.
Y aquí el monólogo interior, melodramático, evidencia de un formato de telenovela. Suponer al inglés o Balbino Paiba frente a una cámara de video en primer plano cuando están solos hablando sobre sus intenciones dentro de la ficción, es una referencia a frases como “no te saldrás con la tuya”; punto de partida para reconocer el mal venidero, la irrupción violenta de manera predeterminada por la amenaza verbal.
Porque en la novela hay héroes y contraparte. El tema del bien triunfando sobre el mal, Happy end gringo. El mal encarnado en una mujer seductora de pasado triste y poderío inagotable y místico. El bien en un hombre de occidente, heredero de tierras, que retorna a su infancia en el llano para domarla con las leyes de los grandes estrados. Al final el amor bueno y genuino de la doncella que pasa de lo silvestre a la cotidianidad es proporcional al puñado de vaqueros leales por generaciones a un apellido de terrateniente. Enfoques de lo genuino y tradicional sin una intervención de antihéroe: o se es malo o bueno, pero no hay guiño de ojo.
Doña Bárbara ha de leerse pensando en el llano y las costumbres allí desterradas por una fiesta de descripciones como si Gallegos escribiera mientras por su ventana observa un milagro de vaquería y fuerza. Detenerse en las mejores páginas de esta novela son las maniobras en el campo por la mañana y la trova al fuego en la noche. Páginas memorables, la discusión entre el padre e hijo donde el primero termina matando al segundo y lleva a la madre la noticia. El bien y el mal confusos y el autor propone una caracterización cercana al individuo.
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