lunes, 21 de octubre de 2013

El círculo vicioso en Afro

Apuntes de Afro Samurái de Jamie Simon y Funimori Kisaki

Hay cierto valor en los objetos que hace de ellos un mito en la ficción. En el señor de los anillos la ambición de poder seducía a quien cargara con el anillo de Sauron. Excalibur, la espada en la piedra, era símbolo de la soberanía de Arturo, otorgada casi por un milagro. Thor hacía de su fuerza un martillo. El anillo del Nubelungo ocasionó la lucha de dioses y héroes al querer reinar sobre el orbe nórdico. El trono de hierro, la hegemonía sobre los siete reinos, fundido con el fuego de Balerion, es reclamado por los Stark, Targaryen, Baratheon y Lannister.  La moneda zahir, el libro de arena o un objeto cualquiera de Uqbar invade  la vida entera de un hombre porteño.

Cada uno de estos objetos enceguece a quien los toca y reclama. Todos son sinónimos de un absoluto, ya sea el poder, la destrucción o el olvido. La cualidad, su persistencia en la memoria de quien los piensa, la característica, son emblemas de lo histórico ante los ojos del otro.  Pero ¿podríamos decir lo mismo de dos cintas viejas que cualquier hombre exhibe como señal de fuerza y habilidad? ¿Algo tan frágil y liviano puede relacionarse con el poder o la marca de un destino irremediable, igual al pasaporte, los apellidos o la literatura? La miniserie de cinco capítulos Afro Samurai muestra ese trágico deambular por lo inherente a tal emblema.

Emitida en el año 2007, y con una película del 2009, ‘Afro Samurai Resurection’, este anime fue dirigido por Jamie Simon y Funimori Kisaki y producido por  Samuel L. Jackson, la voz, además, del personaje principal, un samurái errante llamado Afro, un rönin monosílabo de tez morena y peinado voluminoso que viaja con una sola meta por una tierra cargada de corrupción, morbo y violencia; encontrar la venganza, la justificación de su existencia aguardando en una montaña y a la cual llegará si se impone a una serie de asesinos a su acecho.

Un referente básico de ‘Afro Samurai’ se puede encontrar en ‘Kill Bill’, de Quentin Tarantino, donde Beatrix Kiddo también busca hacer justicia por sus medios y para ello necesita un objeto especial y honorífico sin el cual siente que no podrá llevar a cabo su objetivo: matar a Bill. Esa herramienta es una Katana o sable japonés ‘Hatori Hanzo’. Tal justificación personal es un común denominador entre el largometraje y el anime. Pero también la estética puede relacionarlas: las batallas sanguinarias, frías y veloces donde la espada empuñada rige en el caos y trae la calma al despiadado accionar de asesinos. Además, el trabajo musical es interesante: ritmos de rap orquestando imágenes de batalla en un contexto oriental. Tanto en ‘Kill Bill’ como en ‘Afro Samurai’ este género musical se hace presente para armonizar la danza de las artes marciales, siendo el grupo Wu-Tang Clan en las dos obras el encargado de esta relación.

Aunque la cultura urbana del Hip-Hop es más evidente en el mundo de Afro: la manera como sus artilugios, la vestimenta y el lenguaje utilizado entra en un tiempo japonés de casas de bambú, árboles violetas , fiestas de dragones y honor a los duelos samurái. Una extraña combinación que también lleva un olor a películas de las llamadas ‘western’, donde algunos personajes cargan sus ‘Colt’ o ‘Smith & Wesson’ en lugar de sables y viven en pequeños pueblos desérticos, o a ciencia ficción, la existencia de científicos extravagantes y armas de gran potencia junto a ciborgs y androides. Un paisaje recalcado por el consumismo excesivo y la muerte de la ley.

Pero mientras Beatrix Kiddo necesita su katana, un objeto especial como arma con la cual puede vencer, Afro debe buscar posicionamiento, hacer valer su categoría de asesino; y para ello, en su orbe, existen dos cintas con la marca del sol naciente y un número cada una: la 1 y la 2. Alrededor de estos objetos se materializa la venganza. Sin embargo, es necesario un duelo si se quiere tener una de ellas, una batalla a morir entre quien sea el poseedor y quien la anhele. El viaje de Afro se centrará en la búsqueda de la cinta Número 2, pues sin ella no podrá enfrentar  a Justice (es, quizá, la única regla del juego) el personaje que carga con la cinta Número 1. Desde ahí se construye el mito entre guerreros y la violencia entra en un círculo vicioso.

Uno de los personajes más interesantes del anime es el acompañante de Afro en el viaje, Ninja Ninja, otro hombre moreno de cabello voluminoso, la contraparte del protagonista: festivo, extrovertido, morboso, ruidoso, cobarde, despistado, borracho. Aparece cuando Afro obtiene la cinta Número 2 y desde ese momento está a su lado como una voz que no quiere olvidar y es encarnada en ese pequeño hombre al cual poco le presta atención, pues este samurái solitario vive en el pasado, vive atormentado por recuerdos que solo él reconstruye a su paso, se los traga y los asimila sin buscar comprensión. Y sabe que su violencia, que su sable, la búsqueda de la cinta no le ayudará; sabe que vivirá sin calma al entrar en el juego de la venganza junto al Número 1.

‘Afro Samurái’ no deja un final feliz. Es en su última parte, en la última escena del largometraje, donde todo vuelve a iniciar. Habrá una espera para que las dos cintas se encuentren.

jueves, 18 de julio de 2013

El mito urbano de Yomiyama


 Apuntes de Another de Progressive Animation Works

 

Hay series o películas en las cuales el final parece destruir todo. Aún así nos quedamos con ellas por la trama, la manera como se establecen relaciones de personajes y situaciones para otorgar expectativa; pero pueden estas ser pocas. El mismo final resulta un suspiro decepcionante para la inteligencia del espectador. El cineasta  Night Shyamalan tiene largometrajes que empiezan con un acertijo asombroso, luego siguen con una encrucijada que mantiene en vilo y al final sale una explicación sin misterio, plana; resolver el problema de la manera más simple. Empero The Sixth Sense, The Village y Unbreakable tiene una idea interesante y deberían de tener la oportunidad de cine nocturno en casa.

Algo parecido sucede en las películas derivadas del Horror japonés, J-Horror, como Audition, The Ring y The Grudge, que son quizá las más conocidas. Claro, está la siempre niña o joven de cabello largo y negro asustando por doquier, pero la manera como suceden ciertas escenas aún nos dejan tensos, sudando la ansiedad por saber qué viene y jalando el sillón para que nada de lo supuesto pase. Aunque el final, o la lógica no nos complazca.

En el anime hay referentes de tal tensión con la historia. Este estilo de animación japonesa que para quienes somos novatos lo reconocemos por Dragon Ball, Saint Seiya, Mazinger Z o Sailor Moon nos otorgan historias y trazos muy diferentes a las series animadas de occidente. Another, un anime de doce capítulos y una ova (Original Video Animation: podríamos definirlo como Animación que no se emite por televisión y se produce para video exclusivamente) sigue tal norte entre suspenso y miedo.

En la mayoría de los casos el anime la adaptación de una historia inspirada en el comic o historieta japonesa, ek cual, sabemos, se llama manga. El manga y la novela confluyen y se retroalimentan. Another es una novela escrita por Ayatsuji Yukito en el 2009 que gracias Kiyohara Hiro fue ilustrada y convertida en manga por la editorial Kadokawa. Luego pasó a la televisión en el 2012 como proyecto del estudio de animación  Progressive Animation Works, de origen japonés. Su historia gira en torno a la muerte y su irrevocable destino como maldición. La tarea de los personajes es saber cómo salir de ese juego en el cual están seguros que no vivirán todos.

Pareciera reconocerse estas claves en la saga de películas de Final Destination, donde algunos espectadores no encuentran empatía con los personajes y el entretenimiento sólo se basa en las impensables y escandalosas muertes  que ilustran. En Another la historia, desarrollada en una ciudad pequeña llamada Yomiyama, principalmente en el Colegio Yomi del norte a finales de la década de los noventa, tiene más carga en los detalles y la caracterización de los personajes, quienes en la mayoría son estudiantes adolecentes de 15 años  (Algo muy común en el anime y que no es sólo de un género: Seiya, el santo de bronce Pegaso tenía 15 años cuando vistió su armadura y los Santos de oro pisaban los 18).

Kōichi Sakakibara y Mei Misaki son los principales. Con ellos, con la extrañeza de Sakakibara ante el trato que los compañeros de la clase 3-3 le dan a Misaki (Un maltrato psicológico necesario según la historia que resulta chocante para un joven de 14 años)  se empieza a deducir para el espectador el misterio del grupo estudiantil que inicia en el año 1972.  Ante esta situación se da una serie de investigaciones que llevan a un resultado y toma de decisiones posiblemente simplistas dentro de la historia para quien  busca finales alternos con las ansias de descifrar el misterio, pero que nos resalta el desespero y egoísmo humano que supone la muerte al ser irremediable no por su presencia absoluta ante la vida, sino por su casi que materialización en un tiempo que creemos aún no es justa.

Esa sensación de no tener todavía motivos para morir, más aún en adolescentes, como los personajes del anime, se une a las escenas de accidentes mortales donde la sangre y los ojos desorbitados de cada línea dibujada develan el escalofrío en el espectador a pesar de ser ilustraciones. En tal modo de imaginar con la tinta se concentra parte del enganche de Another.

Muy característico de los ilustradores y animadores japoneses, quienes en  algunos planos nos revelan imágenes interesantes: ya sea una calle al atardecer dejando caer la lluvia suave,  una vitrina con algunos pasajes escritos y muñecas de belleza anómala o los implementos estudiantiles de un joven desorganizados sobre su cama, son estas fotografías dibujadas que nos advierten sobre los detalles. Lo minucioso tiene una carga simbológica en sus proyectos y ello, unido a los silencios en los diálogos, consiguen expectativa y ritmo. Hay planos donde se ve a los personajes sin decir tan siquiera una línea, admirando la panorámica de la ciudad, y que pueden durar tres segundos. Luego podría venir un primer plano de una reja o un árbol danzando con la brisa.  La quietud nos traza otra manera de ver la historia sin esperar una acción continua casi desesperada.

Aún así un anime o largometraje de tipo Another no tiene fuerza sin la musicalización de las escenas. Los pianos solitarios, y aquellos sonidos agónicos en aumento, combinándose con cada detalle o abriendo paso al dispositivo que ayuda a cambiar de secuencia, ayudan a corregir o erradicar los pasos en falso en la historia (fue certero, además, desarrollarla en doce capítulos). Algunos ruidos o los cortes de línea de celulares cuando los personajes se comunican llevan a recordar la tensión en quien jugó el videojuego Silent Hill  en el momento en que el personaje pasaba del Mundo de Niebla al Otro Mundo.
La animación ha cobrado fuerza como manera de contar historias que distan de ser infantiles y carecen de final feliz o absoluto. Quizá la aparición de animes como Another sea un efecto del cambio en la manera de ver el mundo por los adolescentes y jóvenes a raíz del acceso a la información con ayuda de Internet y la pérdida de confianza en ideologías y estilos de vida aprendidos en una educación familiar. No hay que desmeritar a Another por ser una historia animada oriental (ya la cultura pop y de entretenimiento de Corea y Japón están agarrando mayor fuerza en Latinoamérica) Resultaría, quizá igual o más interesante y compleja que una película de horror o terror del cine en pantalla grande proyectadas en cadenas de cines en occidente.

viernes, 31 de mayo de 2013

A Zihuatanejo


Apuntes sobre la película , ‘The Shawshank Redemption’  de Frank Darabont. 1994.

Hay cierta nostalgia, una extraña nostalgia, al volver a  aquellas películas noventeras que inician con la voz de un narrador también nostálgico, buscando rememorar, que contextualiza  ciertos aspectos de la historia. Ese personaje pareciera estar contándole el cuento al espectador como en una especie de charla, creando en sus mapas mentales e imaginativos las imágenes (planos, secuencias, cortes) del largometraje. Sabemos que si él inicia, cada parte vista es como la recuerda al ser personaje. Así, algunas de las películas más entrañables a nuestro gusto y que por tener esta categoría nos hacen volver a aspectos de la vida sucedidos en el tiempo cuando la dejamos ser en el cine o el VHS casero, tienen ciertas características en aquel tono y tiempo de las palabras del narrador (Es un juego que directores o cineastas en una producción estadounidense han utilizado) El orden puede variar:


Hay una presentación personal de quien narra y con ello se hace referente como personaje de la película; hay contextualización del lugar, con descripciones de fachadas, calles o espacios. Una fecha exacta antes de la década de los ochenta y una remembranza de algún aspecto de la cultura pop o el deporte (preferiblemente el beisbol) estadounidense. Luego esa referencia se liga al personaje principal de la historia, o a quien el narrador admira. Entonces sale una anécdota entre los dos con la cual la presentación termina en un intento de revelación de lo que podría pasar a futuro.

Para reconocer esta especie de prólogo nombro dos películas que hemos de haber visto: ‘A Bronx Tale’ o ‘Una historia del Bronx’ o ‘Una luz en el infierno’, nombres dados en español, película dirigida por Robert de Niro y que nos recuerda a aquel joven Calogero y ese personaje de tipo mafia italiana llamado Sonny. La otra, ‘The Shawshank Redemption’  o ‘Sueños de libertad’ del director y guionista Frank Darabont, cabeza principal de la adaptación del comiic ‘The Walking dead’ a la televisión. Es en esta película donde escuchamos la voz de Red (Morgan Freeman) alimentando la historia de Andy Dufresne (Tim Robbins) cuando lo conoce en la cárcer Shawshank al haber sido culpado de un crimen grave.

The Shawshank Redemption’  se basa en una novela corta de Stephen King llamada de igual forma. Es un trabajo audiovisual donde el narrador que admitimos se hace indispensable y es parte de la desesperación, impotencia y esperanza de un hombre recluido de por vida.  Vemos que su voz, además de narrar, tiene cierta figura de lejanía y abstracción, de alguien que reconoce cómo se puede sobrevivir en una cotidianidad obligada entre los muros altos de un panóptico.

Las historias que se desarrollan en una cárcel de Estados Unidos tienen ciertas  particularidades que podremos encontrar, a no ser que sean del tipo Green MIle (basado en otra obra de Stephen King) o  Dead Men Walking, en las cuales el espacio no es el impedimento para vivir con libertad y lo certero de su futuro no se diluye gracias a la esperanza.  Pero aparte de esta clase de largometrajes, basta recordar American HIstory X o la serie Prision Break para hallar un desespero y temor desde la violencia ejercida por los reclusos para imponer su orden o la agonía interna que sofoca de manera silenciosa a quienes son las víctimas. En estos puntos se hacen presentes las situaciones, diálogos, estados emocionales de los personajes que evidencian lo común entre tales proyectos.

En The Shawshank Redemption’  no podemos negar estas redes arquetípicas, por decirlo de alguna manera, que la hace ser una película desarrollada en la prisión. Pero cabe destacar la carga emocional y la crudeza física de los personajes, resaltado  por la fotografía, planimetría y el ambiente creado por el narrador para distinguir la soledad.

Es cierto que  lo menos a perder es la sensación de esperanza. El saberse  algún día libre si se está enclaustrado, privado de la libertad, dentro de la cinta existe, como también los lazos de amistad tejidos en el grupo de Red y Dufresne. A  pesar de ello, esa esperanza y amistad tienen un retorno de soledad al convertirse en diálogos o miradas. Basta recordar al viejo librero Brooks, o las entrevistas de Red  con los  jueces; inclusive, las noches cuando cada recluso estaba en su celda, escenas de gran importancia en el desarrollo de la película en  cuanto a la creación del entorno solitaria.

Dufresne lucha por no extinguirse y desesperarse, por no caer en el vacío, perder la esperanza, por tener ‘la mente ocupada’ una de las sentencias importantes de Red al narrar. Lucha por los amigos, por mejorar con ellos aunque estén condenados; pero esa lucha también se presume sin compañía, aunque los otros encuentren apoyo en ella.


viernes, 5 de abril de 2013

Ciegos aprendiendo a escuchar


 

Apuntes sobre ‘Ensayo sobre la ceguera’ de José Saramago

La primera pregunta es necesaria al leer ‘Ensayo sobre la Ceguera’ novela del escritor portugués José Saramago: ¿Por qué esa epidemia de ceguera que abarca a la sociedad es blanca? No es negra, como se supone que ha de ser el dejar de ver. Hay  explicaciones científicas con el primer caso que expone uno de los personajes principales, el médico oftalmólogo, sobre padecimientos similares donde existe una ceguera blanca. Aunque estas deducciones creo que las hace el autor para resaltar lo inaudito del problema existente en el mundo creado en la historia y, por ende, inefable. Al final de la novela una respuesta sencilla, como de conclusión que el lector va hilando en la trama, hace el personaje principal, la mujer del médico, sobre la sociedad y los ciegos; pero no se da cuenta sobre la blancura de leche al no ver.

Luego llega la segunda pregunta ¿Por qué no tienen nombre propio lo personajes de la novela? Un movimiento literario interesante por parte del autor quien con un personaje que aparecerá en la historia se analiza. Es coincidencia, lo digo por el azar que da el encontrar personas en una ciudad, y necesario, por la historia y su registro, que quien razona acerca de ello sea un escritor, quizá importante, de libros en bibliotecas públicas y personales, de premios y un nobel en 1998, de universidades discutiendo su trabajo y librerías y editoriales publicando su obra y quien  inicia una labor de cronista ante el mal que se padece.

Viene ahora la pregunta más evidente ¿Por qué la mujer del médico es la única que puede ver? Y lo explicamos como artificio de Saramago, para incluir una diferencia con la cual se nos podría descubrir lo qué pasa en un mundo de ciegos (¿habría sido interesante contar la historia en primera persona desde alguien que no puede ver?) pero llegan las evidencias sociales y políticas: es importante un guía en un mundo que no puede guiarse, que no sabe qué pasa en realidad en su contexto; conclusiones de cada lector.

Habría sido llamativo que quienes eran ciegos antes de la ceguera blanca tuvieran mayor relevancia dentro de la novela. A parte de uno de los personajes dentro del manicomio que servía para la cuarentena de los infectados, estos ciegos no tuvieron mayor preponderancia en esta ficción. Quizá no era necesario, aunque alguien que lleva este padecimiento desde años ha de reconstruir el mundo de cierta forma que resulta una ventaja ante la nueva sociedad nómada que se estaba creando tras la epidemia.

Pero lo que está para analizar, lo propuesto a análisis, es si en verdad la historia trata sobre la ceguera en el mundo o la falta de escucharnos en el mundo. Siempre ponemos el sentido de la vista y del oído como diferencias, por decirlo de alguna manera: quien no ve, se dice, aguda el oído. Por ello es el lenguaje oral: las descripciones de la ciudad, la lectura del libro, las palabras de amor o de odio lo que se enfatiza, lo que llena de simbología. Cuando leemos ‘Ensayo sobre la Ceguera’ es imposible dejar de pensar desde los ciegos, desde su miedo por no ver y el bienestar al escuchar y encontrar allí la tranquilidad que nos da las palabras, propias o del otro, sobre la soledad. Somos ciegos aprendiendo a escuchar.

jueves, 28 de febrero de 2013

Lo indescifrable en la palabra 'Jibeuro'


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  Apuntes sobre la película 'Jibeuro' de  Jeong-hyang Lee.

‘JIbeuro’ es una película de Corea del Sur que podría situarse en cualquier espacio rural latinoamericano. Tanto su historia, como el desarrollo de los personajes y sus características nos dan un ejemplo sobre estados del ser humano, contextos sociales y estilos de vida influenciados por la ciudad y el campo en una u otra región sin importar las manifestaciones culturales  particulares de cada país.

La película, nombrada en español como ‘Todos los caminos llevan a casa’ dibuja una serie de condiciones paternales y protectoras por parte del personaje de la Abuela hacia su Nieto (Personajes principales del largometraje) que enternecen al espectador y lo acercan desde sus recuerdos al proponer cierta visión sobre la soledad de la Abuela y su intento desmesurado por demostrarle al nieto el querer profesado. Supongo que no es amor por sentirse alejada, es , quiero pensar, innato, un ejemplo de dar hasta lo imposible por el otro.

‘Jibeuro’ tiene una carga fuerte de caracterización en lo referente a La Abuela, interpretada por  Eul-boon Kim, una mujer de más de 80 años que, según entrevistas, nunca había visto una película hasta que interpretó a La Abuela. Puede suponerse que aquella señora de rasgos suaves y ojos aún inocentes es un actor sin formación, quizá destinada sólo para esta historia si creemos en la diosa del cine, porque tendría que ser mujer. Dice la directora y guionista Jeong-hyang Lee que la encontró por azar, como muchas ideas entretejidas y materializadas de tanto pensarlas (y no es inspiración) en un camino de algún pueblo de Corea del Sur en el cual ha vivido su vida desde la infancia.

Lo importante de su representación es la manera como lleva a la vida a un personaje que no puede hablar. Poco sé de teatro, pero supongo que hay cierta preparación del cuerpo, de ciertos movimientos  de las manos y una carga central del mensaje en los ojos para este fin actoral. Aún así, sin algún estudio académico o experiencia en las tablas, Eul-boon Kim hace este trabajo interesante: su mirada es tranquila, solitaria, aunque exista en ella  voluntad,  fuerza y pertenencia con las montañas. Su cuerpo es trabajo; Su  cabello, largo y blanco, recogido con inocencia de niña, susurra un secreto,  una alegría jovial y meditaciones asombrosas.

Hay un interés por parte de la directora de mostrar tanto a la Abuela como al Nieto durmiendo, principalmente cuando uno de los dos está despierto y observa al otro en tal estado. También en tener planos medios del Nieto  recibiendo objetos o comida de la abuela y de la cual sólo se ven sus manos extendidas hacia el niño.

Pero lo que más llama la atención es su sensación de ánime. Para muchos, esta clase de animación japonesa se proyecta en referentes populares como Dragon Ball, Centella, Saylor Moon, Saint Seiya o Captain Tsubasa, mejor conocido como Súper campeones (Y ni cómo negar la avidez de ver cada serie nombrada) Aunque con la llegada de las películas de Hayao Miyazaki a nuestros pequeños cines de casa, como ‘El viaje del Chihiro’, algunos reconocimos muy tarde que el ánime tenía otros argumentos además de la morbosidad del maestro Roshi o la leyenda épica del guerrero elegido para salvar al mundo en batallas fenomenales. Aquí entra ‘Jibeuro’, su historia pareciera ser dibujada con esos trazos orientales, y me refiero a una relación literal, a mi gusto, con el ánime; tanto en algunos movimientos del Nieto, sus amigos y su abuela, en la manera de presentar los espacios como en los diálogos y silencios.

‘Jibeuro’ es una película sin complicaciones, con una historia sencilla que recordaremos como se recuerda un pequeño libro de cuentos o una canción en un viaje.

Ficha técnica

Dir: Jeong-hyang Lee.

País: Corea del Sur

Año: 2002.

Guión: Jeong-hyang Lee.

Fotografía en C.: Hong-shik Yoon.

Música: Dae-hong Kim y Yang-hee Kim.

Edición: Jae-beom Kim y Sang-beom Kim.

Con: Eul-boon Kim (abuela), Seung-ho Yoo (Sang-woo), Hyo-hee Dong (madre de Sang-woo), Kyung-hyun Min (Cheol-e), Eun-kyung Yim (Hae Yeon)

Prod: Jae-cheol Heo, Seung-beom Kim, Jae-woo Whang y Woo-hyun Whang .

Duración: 80 mins.

Dist: Cine, video y TV.

Clasificación: A.

Fuente: http://www.cinetecanacional.net/ficha cvePel=1785&corto=1785#sthash.xwJxDscW.dpuf


jueves, 7 de febrero de 2013

En la gran ciudad

Vuelven las entradas en mi antiguo Blog, espero lo recuerden:

 Apuntes sobre 'La región más transparente’ de Carlos Fuentes

“Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire" Son las palabras finales de la Novela de Carlos Fuentes  que articula  Ixca Cienfuegos y recorre  como viento resignado y orgulloso ( si puede existir esta contradicción) la madrugada de una Ciudad de México en crecimiento, con por lo menos 5 millones de habitantes iniciando la década de los cincuenta cuando terminaba su mandato Miguel Alemán, el entonces presidente del país del muralismo, del surrealismo, Rulfo, el  mezcal, el pulque, el cacao, la serpiente emplumada, el chile, la llorona y José Alfredo Jiménez.

Ahora, en lo que es el Distrito Federal, hay un estimado de 22 millones de habitantes  entre quienes viven dentro de este grandioso caos horizontal, sobre una laguna en el llamado Valle de México custodiado por dos volcanes, y los que circulan por sus avenidas y atiborran el metro provenientes de otros estados para ir a sus trabajos.  Fue Alexander Von Humboldt quien la nombró región más transparente en 1804 cuando pisó sus tierras; luego el ensayista Alfonso Reyes la retomó: ¿Es ésta la región más transparente del aire? ¿Qué habéis hecho, entonces, de mi alto valle metafísico? Al final, para terminar el reconocimiento y el asombro, en ese orden, Fuentes pone en boca de Cienfuegos la resignación.
Han dicho que el personaje principal de la novela es la misa Ciudad: un lugar con cambios urbanístico, culturales, poblacionales y de lenguaje, donde convive el anhelo del sabor eurocentrista:  profesionales de derecho, capital e inversiones, extranjeros desatinados y círculos sociales de revistas y pie de foto, y el tatuaje indeleble de Tenochtitlán: la serpiente, el jaguar y el águila emprendiendo su predominio desde el recuerdo de personajes como Teodula Moctezuma, surgiendo en la memoria de la lucha de la Independencia y la Revolución Mexicana, en sus restos vencidos, en su migración campesina a la gran ciudad, en los que llegan a sus barrios después de años de trabajo en Estados Unidos dentro de plantaciones, en los que recuerdan una llamada “Ciudad de Palacios” cuando el general Porfirio Díaz gobernaba, con su talante del continente del viejo mundo, y se emprendía la lucha de la Revolución a inicios del Siglo XX que, luego, como estampa de la novela, como su malestar de estómago, terminó,  igual a cualquier búsqueda de cambio en los países latinoamericanos, en un descontento.

Allí está entonces lo que pasa en el México posrevolucionario: el cambio de dictadores por empresarios y abogados, de tierras quitadas a la fuerza por predios y normas legales para embarcar. Y es allí también donde se empieza una historia en lo urbano, dejando tranquilo al mundo creado por Rulfo en lo rural, en tiempos donde el tren movilizaba la revolución.
El lenguaje se confunde, se diversifica, se hace rico y viaja entre barriadas hasta casonas elegantes de una aristocracia antigua que cambia a élites sociales donde lo que importa es el poder, no el correr de la sangre generacional. La multitud de voces propone una igualdad en términos de ímpetu, ya el indígena o campesino no tiene su mensaje mitigado, su voz baja, por el supuesto imperante del terrateniente o el noble; ya sus palabras cambian y aunque sabe que hay una fuerza de por medio, el capital, con el cual se dice todo, quiere y levanta la voz para hacerse escuchar, así sea la descripción de sus malestares y tristezas, cantando, llorando, en una pelea trunca,  validando el lenguaje; característica que  enriquece la novela para alejarla del llamado gran civilizador occidental: la Europa de etiquetas mobiliarias.

El lenguaje representa a esta Ciudad de México, se entrega a cada personaje desde su ángulo; es posible pasar de Pimpinela de Ovando, con su ascendencia de honor a la Contessa Aspacúccoli y su desarraigado pretexto de pequeña noble alemana viviendo fuera de sus títulos. Está Federico Robles y Norma Larragoiti, el lenguaje del dinero y el nuevo poder burgués y Gervasio Pola en su inconsistencia del fracaso y el intento de arribismo. También lo mítico y el pasado latente  con Ixca Cienfuegos y Teódula Moctezuma en sus rituales y expiación; las nuevas generaciones de presunción en la moda como Junior o Pedro Caseaux viven junto a los habitantes de las colonias, de los barrios, de trabajos duros como Gladys García (una prostituta con quien inicia y termina la novela)  o Gabriel, el espalda-mojada que regresa a México.
‘La región más transparente’ es un mapa de cada gran capital latinoamericana. Es posible leerla con la seguridad de suponer las acciones en otra urbe, ya sea Bogotá, Lima o Buenos Aires. Hay inquietudes gratas del lector que al conocer la Ciudad de México puede poner en práctica (alegrías íntimas) como es buscar el edificio donde quedaba la Oficina de Federico Robles, o suponer a Ixca Cienfuegos en el Zócalo, pegado a la reja de la Catedral. Pero lo que resulta presente como imaginería mexicana es una constante en ensayistas de este país del águila sobre el nopal: la definición de la Identidad, de lo que es ser mexicano y que tiene una  de las obras más importantes de la literatura latinoamericana como evidencia:  ‘'EL laberinto de la soledad’ de Octavio Paz. Tal inquietud se cruza en los escritos de Gervasio Pola, las charlas de Manuel Zamacona con Cienfuegos, las palabras de mito de Teódula  Moctezuma o las disertaciones de Federico Robles: El pasado, el indígena, la colonización, el presente y ahora el nuevo poder político, la economía, la globalización lo discuten.

‘La región más transparente’ es, además, un dibujo de la derrota en diversas latitudes: la muerte trágica, el olvido de ideales, la bancarrota, el término de la profecía sin tener sentido, el  olvido. Es nuestra persistencia ante este dibujo en una Ciudad que parece viva.