domingo, 11 de mayo de 2008

En el sótano de la casa de Carlos Argentino Daneri.

La interacción es un recorrido de participación. El ambiente es ajeno si nuestro acercamiento es pasivo; pero cuando la actividad es continua y dejamos de ser simples espectadores, las lógicas propuestas pueden ser destruidas y re-inventadas. Ese es el caso que se evidencia en Internet, en parte, gracias a la lectura desde el hipertexto.

Los saltos infinitos

El argentino Alejandro Piscitelli propuso al hipertexto en su libro 'Ciberculturas 2.0', como:”La forma general de la escritura electrónica” gracias, en cierta medida, por el desarrollo de la tecnología digital, momento en el que hay un cambio en el “soporte de lo escrito” donde la relación de causas y consecuencias en cuanto a estética, narrativa y modos de acceder al texto no siguen lo que comúnmente una comunidad entiende por lectura y aparece la no Linealidad o no secuencialidad.

El hipertexto, aquí, determina entonces por sus vínculos a otros hipertextos, lo cual designa la carencia de secuencia, contrario al leer en un libro donde se sigue un orden condicionado por la misma estructura física. Es por tal razón que “el trayecto o recorrido de la lectura está liberado a los propios intereses del lector de turno” quien puede pasar de una página a otra, y encontrar información que ayude a complementar la interpretación, y volver a aquella para reanudar la lectura que dejó por un rato o, seguir un rumbo diferente y recorrer otras páginas que sean de mayor profundidad y gusto “Al ser no secuenciales, los hipertextos descartan un orden de lectura preestablecido” (Piscitelli, 200, p. 127), por lo que el libre direccionamiento del recorrido en la lectura en un hipertexto, establece que el mismo lector sea un autor de un nuevo texto. Al poder ir y venir, saltar del inglés al español, por ejemplo, o del inicio al final y luego a otro final, sin recorrer la trama y descartar conjeturas propuestas, la persona lo que está haciendo es creando enlaces que sean sus preferidos y más visitados, construyendo otras miradas y estructuras.


Pero el texto no debe entenderse solamente con palabras. También es imagen, sonido o video. Cada uno de éstos se convierte en hipertexto al estar relacionado con otro. Es posible pasar de una imagen, que tenga un enlace a otra página y en ésta hallar información en forma escrita o video, es una: “forma de textualidad digital en la que los vínculos electrónicos unen lexia, o fragmentos de texto” (Rodríguez, 2005 p. 162) creando, de paso, lo que Pierre Lévy define en su libro 'Cibercultura, La cultura de la sociedad digital', como participación activa desde el receptor de un mensaje “beneficiario de una transacción de información” (Lévy. 2007. Pág. 65), donde no hay pasividad por la misma configuración que realiza de la información. Lo que se pretende, y argumenta Lévy, es la interactividad.

El juego no consiste entonces en la composición de un discurso en forma de collage como puede darse en la televisión; donde se reúnen partes y se crea desde voces que no cambian sus tonos cuando la interacción se construye al practicar el zapping. A diferencia, en Internet el usuario obtiene una paleta de colores, ángulos, borradores y dimensiones que establece a su gusto y pueden ser cambiadas por otros lectores-autores.


Ahora bien, Lévy se pregunta sobre la adición de nudos (nodos, más redes, más personas) y enlaces entre hipertextos; y si estos se pueden conectar a otros (lo que refiere a la interacción virtual y, en gran medida a Internet) para situar la siguiente pregunta: “¿Acaso quiere decir, hablando de interactividad, que en el canal de comunicación funciona en los dos sentidos?” (Lévy. 2007. Pág. 65) Se piensa en la reciprocidad, el diálogo, desde actores que construyen al codificar y decodificar y volver a codificar el mensaje, creando la retroalimentación (feedback), además de poder orientar la información hacia otros lugares y construirla en perspectivas distintas que en su ir y venir conciente esbozan el multidiálogo,´consecuencia del hipertexto.

Cabría recordar que lo saltos son infinitos, y que no hay un inicio absoluto para entrar en juego. Cuando imaginamos y nos desplegamos en la red, el punto o nodo que nos sirve de umbral no es en sí igual para el cibernauta en general. No hay un orden que permita sujetarnos a un gradual crecimiento. Ese grado, ese tiempo lo crea la persona. Borges escribió que “el universo es una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna”. Podemos ver el Aleph y participar de él como nos sea posible, eso es lo que se construye en la era de la información.

Bibliografía
Piscitelli, Alejandro. Ciberculturas 2.0, En la era e las máquinas inteligentes, Capítulo 5, Los hipermedios y el placer del texto electrónico. Editorial Paídos Ibérica S.A. 1 Edición. Buenos Aires. 2002
Lévy, Pierre. Cibercultura, La cultura de la sociedad digital. Editorial Anthropos. Barcelona. España. 2007

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